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El pacto por la educación

La educación en España es un edificio sostenido con pilares provisionales, que se van multiplicando para que no se caiga

Opinión/ Caty León.- Los aires preelectorales, el ruido político, traen de nuevo el sonido de una frase repetida: “Es necesario un pacto por la educación”. Todos los partidos políticos, incluido el que gobierna España con una ley orgánica casi inédita que él mismo ha renunciado a aplicar, se han lanzado a la búsqueda del consenso en este delicado tema. Los medios de comunicación anuncian su fe en que esta vez será posible y dicen, con la boca pequeña que nadie cree, que la educación es lo más importante. Aunque luego no le reserven minutos en prime time, que esos se dedican para las tertulias políticas en sentido estricto. O para los reality shows de los candidatos travestidos en rafaelascarrás o en cantantes de rap. En la lucha por el voto, todo vale.

El problema de esta loable intención reformista contra la que, en principio, nadie pondría objeciones, es que se hace en caliente, esa fórmula tan criticada cuando de solucionar problemas se trata. Si hay un atentado terrorista, no se debe legislar en caliente, dicen algunos. Si sucede un crimen de un violador reincidente y disfrutando en la calle de una legislación buenista, no hay que legislar en caliente. Por lo visto, lo único que se debe formular en caliente es el pacto por la educación. Y lo caliente aquí son las vísperas. Como en las grandes festividades religiosas (o laicas, vaya a ser que en Barcelona nos critiquen los colausistas) las vísperas electorales son el paraíso de los pactos, consensos, acuerdos y buenas intenciones en lo que a la educación se refiere. 

En el pecado original de este estado de cosas está, precisamente, la politización y la ideologización que han mantenido los que ahora quieren desprenderse de su pasado y aparecer limpios de corazón, revestidos de autoridad moral.

La experiencia nos dice que, hasta ahora, ninguna de esas piadosas búsquedas de marcos comunes ha prosperado. Que el partido en el poder legisla y el que está en la oposición se opone. Papeles bien diferenciados y asumidos con pertinaz empeño. También, que hay una pequeña cuestión de origen que suele viciar esta enorme operación de limpieza general de los defectos del sistema educativo: no sabemos qué limpiar, ni dónde rebuscar, ni qué trastos cambiar, ni qué cajones abrir.

Porque la educación en España es, actualmente, un edificio sostenido con pilares provisionales, que se van multiplicando para que no se caiga. Una fachada protegida por la tradición de la comprensividad, que nadie se atreve a cambiar por otra moderna y eficaz. Un interior lleno de muebles viejos cubiertos por sábanas y alguna excentricidad contemporánea que está colocada en un lugar recóndito y que no se conoce desde fuera. El edificio se mantenía inestable pero ahora los aires externos que se empeñan en que abramos las ventanas (la OCDE, los programas de evaluación externa, como el PISA), nos obligan a presentarnos decentemente ataviados y con la casa limpia, presta a recibir las visitas que llaman a nuestra puerta insistentemente.

A la espera de que estas iniciativas se concreten en algo, los días preelectorales se continuarán cubriendo de consignas educativas, de libros blancos y de todos los colores, de posicionamientos dialogantes en apariencia y de concordias fingidas.

Pero, no nos equivoquemos. En el pecado original de este estado de cosas está, precisamente, la politización y la ideologización que han mantenido los que ahora quieren desprenderse de su pasado y aparecer limpios de corazón, revestidos de autoridad moral y deseosos de contribuir a una mejora que ellos mismos no han sido capaces de hacer.

Mientras los partidos sigan husmeando en el tema y no deleguen en verdaderos expertos el diseño reposado de un sistema educativo de la A a la Z, universidad incluida, continuaremos por debajo de la media de la OCDE en los indicadores internacionales. Y, lo que es peor, abanderando las cifras de paro en la zona euro. Porque, no nos engañemos, el problema educativo termina cuando los niños tienen dieciocho años. Y entonces empieza el problema social, el desempleo y la exclusión. Todo lo que la escuela no corrija se encargará la vida de convertirlo en desastre.