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El Harakiri de Podemos

Nacho Trillo
Ignacio Trillo

Hallándonos en plena ofensiva insidiosa de la caverna mediática contra Podemos, con toda la artillería pesada desplegada por la soldadesca de las alcantarillas que comanda con el dinero público el impresentable ministro del Interior en funciones que encima nos alecciona con condecoraciones divinas de su medallero procedentes del Medievo. Cuando además, malévolamente habla de la financiación ilegal, venezolana o iraní, de la formación morada, como fenómeno paranormal producido seis años antes de su creación, encima de la que está cayendo en el PP de Valencia o Madrid, -a la Panamá de la Pilarica Realeza, a la Mallorca del caso Nóos o a la Suiza de la herencia difuminada sin rastro fiscal de don Juan, mejor solo constatarlas-; no es agradable escribir lo que viene a continuación, pero el debate político y el calendario a contrarreloj apremian antes de que sea demasiado tarde.

Y es que la grave encrucijada política en que nos tropezamos, a punto de ser unánimemente bendecida la disolución de esta mini legislatura con la convocatoria de nuevas elecciones, no es baladí como fracaso colectivo.

No voy a entrar, para no perder espacio y hacer prolijo este relato, en pormenores relacionados con consabidos planteamientos desacertados o perversas interioridades que acontecen en todos los partidos políticos para llegarse a la presente situación, incluida la última abstención de Ciudadanos a la derogación de la LOMCE. No es el objeto de este artículo.

Me centro aquí en Podemos, quién con apenas dos años de existencia acumuló el capital millonario más preciado y el apoyo más entusiasta procedentes de cinco millones de votos porque imaginaban el nacimiento de una nueva era de regeneración y de cambio en nuestro maltratado país que liquidaría las erráticas políticas emanadas de Rajoy y las del antecesor que le abrió las puertas de la Moncloa. Insisto, va destinado al que se presumía que desde el primer segundo al 20-D iba a poner toda su carne en el asador para practicar una nueva forma de hacer política y atender la emergencia social que no puede esperar ni un día más. Sin embargo, de forma lamentable ha sido todo lo contrario y además tiene las de perder en el desatino.


Menos del diez por ciento de los que apoyaron el 20-D a Podemos son convocados a urnas electrónicas de cara a limpiar de responsabilidad a su dirección política para sacudirse del fiasco y de la culpa sobre lo realizado, y por la carga que contrae, no única pero sí decisoria, ante la más que previsible convocatoria de nuevas elecciones.

Harakiri-2

Iglesias, en su comparecencia del día siguiente al último fracaso de las conversaciones únicas que se iniciaron a tres bandas, PSOE-Cs-Ps, escenificó  -¿mitin ya preelectoral?-  la confirmación de su incapacidad para manejar la gestión del voto plural y global expresado en las urnas del 20-D, así como del recibido por la formación morada que lidera. Lo llevó a cabo acompañado de la sobreactuación que ya va siendo habitual, dando esta vez pasaportazo de pureza como nueva cal viva para alejar definitivamente la confianza del PSOE. Y llegado a un callejón político sin salida, acude al censo de afiliados para que le asista como auxilio para una falsa eutanasia porque ya se ha hecho el harakiri.

Así, la formación morada nacida de la voluntaria necesidad de defensa de una parte importante de la sociedad española para contener y hacer frente al saqueo y al desmantelamiento de lo público, para acabar con la putrefacta corrupción y para detener la expulsión laboral de lo mejor de la juventud española con destino a la diáspora, opta por la inmolación, pero con tomadura de pelo por la ayuda simulada y diferida que requiere de una mínima parte de los apoyos cuantitativos que recibió en las urnas generales de cara a asear su fracaso.

En este sentido, menos del diez por ciento de los que apoyaron el 20-D a Podemos son citados a elecciones electrónicas internas con el objetivo de limpiar de responsabilidad a su dirección política para sacudirse del fiasco y de la culpa sobre lo realizado, y por la carga que contrae, no única pero sí decisoria, ante la más que previsible convocatoria de nuevas elecciones.

Acudir a este tipo de consulta interna tramposa no es síntoma de funcionamiento democrático cuando viene interesadamente auspiciada y viciada desde la dirección: en objetivos, preguntas y en el tiempo.

En consecuencia, se podría ahorrar la consulta por llegar tardía, y así no perder seis días más con este interminable culebrón pleno de hartazgos para un cuerpo electoral que lleva soportando más de un año de campaña electoral para que al día siguiente de las urnas los partidos, los viejos y los nuevos, vuelvan a hacer lo contrario a lo prometido. Tampoco la fecha republicana elegida, 14 de abril, es inocente (aunque ofrezca el hándicap de comparar las tallas de estadistas, como las de Manuel Azaña, Indalecio Prieto, Clara Campoamor, Fernando de los Ríos, Victoria Kent, Julián Besteiro o Juan Negrín, frente a las que presentan los actuales dirigentes de la formación morada) para que los consultados digan, ante las descaradas preguntas planteadas, lo que todo el mundo puede sobradamente adelantar: que, en un 99,9% y con el 0,01% del voto nulo, rechaza un Gobierno, Rivera/Sánchez; y sí, por el contrario, el 99% y con un 1% de voto en blanco, anhela un Gobierno de izquierda donde Podemos forme parte. Eso sí, con unos niveles de abstención del 85% de ese censo electoral real, cuatrocientas mil dijeron tener adheridos, lo que limitaría la consulta a mucho menos del 10% de sus votantes en el 20-D.

Acudir a este tipo de consulta interna tramposa no es síntoma de funcionamiento democrático cuando viene interesadamente auspiciada a la vez que viciada desde la dirección: en objetivos, preguntas y en el tiempo; como tampoco lo significó la pantomima febreril del PSOE para alargar sine die el acoso baronil que sufre Pedro Sánchez; más cuando no se ha practicado previamente para poner a prueba los desnortados zigzags que viene realizando Podemos después del 20-D.

En esta línea, desde el día siguiente a que tuvieran lugar las elecciones generales, la dirección de Podemos no supo interpretar el voto depositado en las urnas por la ciudadanía. De la noche a la madrugada, la transversalidad de su discurso se reconvirtió en un trasnochado frentismo: izquierda versus derecha, que para más inri no se había reflejado en el resultado que se dio; de ahí el minúsculo porcentaje de voto conseguido por IU. También se olvidó ipso facto del buen rollo escenificado por Iglesia con Rivera en el debate preelectoral que moderó Jordi Évole. Además, junto a la ulterior raya roja que trazó sobre el derecho de decisión de Cataluña, apeló también a que un independiente gestionara el resultado por su complicación, demostrando que nada sabía traducir de las urnas al castellano. Igualmente, cuando semanas después, su hiperlíder pasó a convertirse en virtual vicepresidente de un Gobierno presidido por Sánchez sin tan siquiera hablarlo previamente con él, al que de camino le metió el dedo en el ojo para jactancia de la baronía y la veteranía socialista, apropiándose indebidamente de un reparto de carteras ministeriales donde se quedaba con las más políticas, que no sociales…

Nada de esos bandazos se sometió anticipadamente a consultas de sus bases. No interesaba. Menos aun para plantear miméticamente en Madrid la fórmula del gobierno autonómico de la comunidad de Valencia, donde por el contrario si hubo una mayoría de izquierda en las urnas y para más escarnio Podemos prefirió quedarse fuera del equipo, PSOE-Compromis.

En este vertiginoso proceso de mutaciones sufrida por la formación morada, pareciera más bien que, ante la ausencia de una táctica definida, importaba mayormente que se especulase sí sería una hoja de ruta para despistar a sus adversarios, o un nuevo fascículo aun no editado del amado Juego de Tronos de su líder; o como fórmula ingeniosa para aparentar que ya hacía nueva política. Así barruntaban hasta sus más forofos aunque en el fondo se hallasen totalmente desconcertados.

En tanto, tenemos que seguir soportando a un insufrible Gobierno en funciones, en rebeldía ante el legislativo, sustentado en un partido que tiene la calificación judicial de ser una organización criminal, sistémicamente hediondo, y presidido por un timorato, vago, indeciso y amparador de corruptos.

Encima, el máximo líder de Podemos, en la misma comparecencia tras el fracaso de llegarse a un pacto a tres, osó afirmar: «Somos la fuerza que más ha cedido», reafirmando a continuación, y por enésima vez, su fórmula valenciana, de tan particular e interesada lectura, como condición sine qua non para apoyar a un Gobierno solo de izquierda  O sea, ¿es una cesión porque lo ideal le significaría un Gobierno monocolor Ps/IU? Le invito nuevamente a que se deje de más alucinaciones y vuelva a leerse la estadística electoral oficial que se dio el 20-D.

Queda claro en el fondo del asunto que también la dirección de Podemos, en lapsus freudiano, sigue diciéndole al cuerpo electoral que se equivocó con su voto el 20-D, o que demuestra ser muy limitada para interpretar el resultado, equilibrio con cambio, que reflejaron las urnas. También, que bien pronto sus dirigentes ignoran las clases que impartían en la Facultad de Ciencias Políticas sobre las diferencias que hay entre táctica y estrategia política.

Desde ya -por decencia, honestidad y por ser un partido que no se compra e indomesticable, según manifiesta Iglesias- debería tener el gesto de devolver de sus diputados y senadores los emolumentos inútilmente cobrados desde el 20-D, así como la financiación obtenida de los presupuestos del Estado, que somos todos, por los votos y escaños estérilmente logrados.

En tanto, tenemos que seguir aguantando a un insufrible Gobierno en funciones, en rebeldía ante el legislativo, sustentado en un partido que tiene la calificación judicial de ser una organización criminal, sistémicamente hedionda, presidido por un timorato, vago, indeciso y amparador de corruptos –Luis, sé fuerte; Rita no es ni presunta- al que además se le da ahora oxígeno para intentar su ecuación de la Gran Comisión. Y en el turbulento horizonte que nos espera, la acentuación de un PSOE más desideologizado, que, en nueva versión de carencia de proyecto y extensión de su red clientelar, podría ser comandado por quien pretende, sin reparo y sin ser consciente de sus propias limitaciones, solo por ambición personal, saltar Despeñaperros para hacer despeñar más aceleradamente a la izquierda.

En todo caso, como partido regeneracionista y que mira con escrúpulo por el dinero público, la dirección de Podemos, mucho antes de que le acontezca la debacle anunciada en unas nuevas elecciones que posiblemente nos depare un Gobierno PP-Cs, o sea desde ya: por decencia, dignidad, honestidad y por ser un partido que no se compra y es indomesticable, tal como manifiesta Iglesias, debe tener el gesto de devolver de sus diputados y senadores los emolumentos inútilmente cobrados desde el 20-D y hasta que acontezca la disolución de esta micro legislatura. Igualmente, la financiación obtenida, como partido y grupo parlamentario, de los presupuestos generales del Estado, que también somos todos, por los votos y escaños logrados y tan estérilmente empleados.

De igual forma, consecuente con el harakiri que se ha realizado, se inhabilite a sí misma su dirección -recomiendo además que tome la bandera para que sea exigible y extensible a todos los partidos parlamentarios- en la línea que sugiere con acierto ese mirlo blanco de la política del cambio que es Mónica Oltra, de cara a que los actuales dirigentes no puedan volver a presentarse en los inmediatos comicios del 26 de junio por incompetentes e irresponsables.