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Desmontando a Murillo

A un año del cuarto centenario de Murillo, se desconoce de qué forma plantea Espadas celebrar tan importante encuentro con la cultura

Caty León/ Opinión.- El año 2017 se conmemora el cuarto centenario del nacimiento en Sevilla de Bartolomé Esteban Murillo. Una efemérides que puede significar, si las cosas se hacen bien, no solamente un recordatorio eficaz de la vida y la obra de este pintor tan delicadamente sevillano, sino también un revulsivo para la ciudad, al estilo de otros eventos que le han dado vida y recursos, poniéndola en el mapa cultural que tantos réditos produce. Las industrias culturales no son ya una entelequia sino un vivero que acciona la economía y que mueve el turismo. En una comunidad como Andalucía con un 34 % de paro, esto no es desdeñable.

Para lograr una conmemoración digna es imprescindible organizar, con tiempo, talento y criterio, la estructura de unos actos que deberían tener el relieve y el fuste que la ocasión merece. La ocasión y Murillo, excepcional artista. La ocasión y Sevilla, su cuna y su reflejo.

En la conmemoración deben estar presentes los niños y los jóvenes, a través de un programa pedagógico que forme parte de los actos con toda la solemnidad posible.

Sin embargo, mucho me temo que, o las cosas cambian, o vamos a volver a tropezar con los fantasmas que acechan en esta tierra a cada paso: la improvisación, la descoordinación, la chapuza. A estas alturas, finales de 2015, a un año vista, no se conoce todavía la fórmula organizativa que va a emplearse, ni hay un programa de actividades, ni se han reunido las posibles instituciones que van a participar en el evento, ni se ha creado una fundación ad hoc, ni se han diseñado jornadas, congresos, itinerarios, ni promovido concursos, ni publicado libros, ni anunciado a expertos, ni….

Y, para quien corresponda, añadimos una inquietud más: que no se deje de lado en el conjunto de actos, como suele pasar, al mundo de la educación, como si cultura y escuela fueran dos entes distintos y distantes.

Una primera intención, con su esbozo correspondiente, estaba en manos del Ayuntamiento anterior, el presidido por Juan Ignacio Zoido. Dio en cambiar el signo político tras las elecciones municipales y ya tenemos el problema. Ni Murillo es capaz de lograr que se construya sobre lo que existe, antes bien, continuamos caminando gentilmente como solemos: haciendo tabula rasa de lo poco que había y dejando al albur del tiempo lo que habrá.

El alcalde Espadas no ha asomado todavía su plan al respecto. Desde su toma de posesión viene anunciando una larga seria de propuestas sobre cuestiones diversas de la gobernanza ciudadana, sabedor de que el anuncio ya es algo porque la ejecución va para largo teniendo en cuenta el precario apoyo político con el que cuenta en el consistorio. En el caso del centenario de Murillo aún no ha dicho esta boca es mía ni ese pintor es mi paisano. Sevilla ha tenido que ser la ciudad que desoiga su propia tradición artística, sus fuentes innegables, su hermosísimo legado, pasando de largo, al menos de momento, por una efemérides que tanto y tan bueno traería. El año Greco finalizado en la imperial Toledo podía haber sido un espejo donde mirarse, pero quiá, ya sabemos que para eso hay que tener una grandeza de miras y una humildad de la que no andamos sobrados.

Estamos fuera de tiempo. Es preciso una respuesta urgente a esta incertidumbre tan innecesaria. Y, para quien corresponda añadimos una inquietud más: que no se deje de lado en el conjunto de actos, como suele pasar, al mundo de la educación, como si cultura y escuela fueran dos entes distintos y distantes. Que en la conmemoración del maestro Murillo estén los niños y los jóvenes, los colegios e institutos, los profesores y maestros. Un programa pedagógico que forme parte de los actos con toda la solemnidad posible.

Murillear Sevilla debería ser cosa de todos.